​Simulando ese espacio privado, Chavarro crea un nuevo ambiente transitable que modifica la percepción del visitante. La instalación penetrable de gran formato genera una atmósfera que inicialmente incomoda y extraña al visitante pero que, lentamente y al realizar el recorrido propuesto, le permite encontrar un sentimiento de confianza en sí mismo.

Ubicado en el presbiterio, el lugar más sagrado de la antigua iglesia y que representaba la presencia de Dios, esta obra hace alusión al mundo espiritual que todos tenemos y que trasciende el ámbito religioso.
A lo largo del proceso de instalación, las telas que componen la pieza fueron intervenidas por la artista con textos, patrones tejidos y dibujos, que pretenden detonar en el espectador reflexiones sobre la relación entre lo matérico y lo espiritual.